sábado, 19 de junio de 2010

Islares: Una metáfora de canciones castreñas



La renovación de nuestro repertorio ha limitado nuestras actuaciones en los últimos tiempos, aunque el compromiso que habíamos adquirido para la boda de dos jóvenes castreños, Lorena y Emilio, merecía la pena por recordar y repasar, someramente, algunas canciones de nuestro catálogo musical. Así, el concierto que interpretamos para los novios y sus invitados lo podemos situar dentro de un marco de noviazgos asociados a nuestro pueblo y su entorno. Fue todo un metafórico repaso a tantos y tantos idilios de parejas castreñas que desarrollan su enamoramiento en un feliz rincón como es Castro Urdiales.


Para acomodar y situar a los invitados a la boda, musicalmente hablando, comenzamos enmarcando el lugar, donde todas las parejas castreñas comienzan sus relaciones, con Feliz Rincón, de Nicolás Torre, una glosa musical que describe, por medio de la letra compuesta por Angel Cobo, las muchas cosas a mostrar que tenemos en Castro Urdiales: Santa Ana, el Castillo, el Faro, el Puente romano o el rompeolas, donde las olas van a besar a las castreñas, enamoradas de aquella Virgen --Santa María de la Asunción-- que está en la peña mirando al mar. Un comienzo de audición que agradó a la concurrencia y orientó el sentido de los enamoramientos castreños.

Y una vez producido el enamoramiento de las parejas, estábamos obligados a contar lo entretenidas que son las actividades lúdicas en Castro. De esta suerte, entonamos nuestra segunda interpretación, De Roca en Roca, también de Nicolás Torre, compositor de la música y letra de esta habanera humorística castreña, que describe las fórmulas de divertimento pesquero en el pueblo, como la Marca de Bores, sitio ideal, donde las cabras y julias pican siempre sin parar. Era el segundo anzuelo, que terminó por recrear el escenario castreño de los apasionados novios: El cautivador e inmenso mar Cantábrico.

El tercer capítulo de nuestra alegoría musical fue la interpretación del fragmento de la película de Disney, El Rey León, una canción escrita por Elton John, que habla del amor, cuando se termina el día, al anochecer, y el rumor del mundo se apaga, llega el momento de soñar y, juntos, en pareja, caminar hacia el nuevo sol. La poesía era el recordatorio del día de la boda cuando los novios hacen oficial su enlace, en principio, para toda la vida porque siempre hay una luz brillando para ti... para cada emparejamiento.

Para completar el cuadro, el Canto a Castro, de Severino Dúo, supuso el colofón a la nuestra símbolo musical, porque las parejas encuentran en la ciudad castreña un suelo dichoso y libre para vivir y un arrullador mar para dormir plácidamente. Castro Urdiales para las parejas enamoradas no sólo es una mansión dulce y hermosa, sino que se convierte en un lugar difícil de olvidar.

Incluso, como final de función, habíamos previsto una quinta interpretación, que no hizo falta, aunque suponía el epílogo a nuestro compromiso: A la Orillita del Río, de Alfonso Ruiz Martínez, un músico laredano, autor de variadas composiciones montañesas, que narra en su partitura la difícil convivencia de las parejas cuando primero se entienden y luego con el paso del tiempo se confirma aquello que la pieza musical dice algún día por verte, suspiros daba y ahora por no verte, vuelvo la cara..... Como la vida misma.

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