Cuentan, que aquel primer ochote de la Sociedad Coral Castro Urdiales poseía un excelente empaste en las cuerdas centrales ––tenores segundos y barítonos–– que destacaba sobre todos los demás. Al menos, estas eran las opiniones de algunos críticos musicales que escucharon sus interpretaciones en aquellos años y que, según publicaciones de la época, ensalzaron sus melódicas voces. Esta característica sería, posiblemente, una de las claves de su reputación musical aunque, también con total seguridad, su éxito radicaba en la dedicación, afición y perseverancia en los ensayos, según recuerdan algunos miembros del actual Coro Los Templarios. Pero repasemos algunas de las personalidades vocales de aquel primer ochote que llevó a Castro Urdiales (en la foto, la ermita de Santa Ana) por toda la costa cantábrica.
La cuerda de los tenores primeros estaba compuesta por Remigio Fernández y Ramón Escalante; el primero era "propietario" de un falsete encantador que confería una enorme personalidad a la cuerda. Y el segundo muy completo, seguro y de gran calidad, al que se le calificaba como heredero del tenor lírico oscense, Miguel Fleta, un aragonés que triunfaba con sus interpretaciones operísticas, de zarzuela, jotas, nanas e himnos en aquellos años.
Los tenores segundos eran Luis Villanueva, un hombre con una buena formación musical pues era violonchelista y todo esto le hacía ser muy seguro en sus registros vocales; y Paco San Antonio, un hombre con una gran afición musical pues además de en el ochote, cantaba obras de zarzuela en el Círculo Católico de Castro Urdiales. Y, según los críticos de entonces era capaz de emitir su voz sin temblor, acoplándose perfectamente a su compañero de cuerda.
José María Zugadi y Eloy Zamanillo formaban la cuerda de los barítonos, que como decíamos al principio se empastaba perfectamente con los tenores segundos. De Zugadi, el compositor castreño Arturo Dúo Vital (en el repertorio de Los Templarios tenemos algunas de sus canciones) decía que la musicalidad de su voz era increíble por la sensibilidad rítmica que brotaba de su garganta. Zamanillo, por su parte, se mostraba muy seguro y acoplado a su compañero de cuerda; su mérito radicaba en su poderío vocal, capaz de subir desde un registro bajo hasta donde fuese necesario.
Por último, la cuerda de los bajos estaba formada por Luis Zugadi y César Fernández, que eran dos melómanos castreños de enorme afición, comprometidos con la Coral de Castro Urdiales en todos sus aspectos, muy acoplados, de voz "gorda y profunda" que sabían ofrecer una gran variedad tonal.
Todos estos detalles de recuerdos de aquel primer ochote han sido recopilados de publicaciones de la época, la centenaria publicación La Ilustración de Castro y recuerdos de personas que vivieron en aquellos años.
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