domingo, 29 de noviembre de 2009

Cuarta velada musical in crescendo del Coro Aizaga de Pamplona en el Otoño de las Bodas de Plata


La velada preparada por el Coro Aizaga de Pamplona podríamos definirla con un término musical: in crescendo, porque el cuarto concierto del XXV Otoño Musical fue aumentando poco a poco el ritmo y la intensidad de la noche hasta terminar en un final brillante, de apoteosis. Los componentes del coro navarro están íntimamente relacionados entre si, musicalmente hablando, y bajo la batuta de su directora, Silvia Osés, obtienen un resultado final de voces generosamente empastadas. Por todo este planteamiento multifuncional, el efecto terminó por apasionar al público que, una vez más, llenó Santa María de la Asunción


La directora del Coro Aizaga de Pamplona había dividido el concierto en cinco partes diferentes. Lógicamente, como se suele comenzar siempre, los componentes del coro navarro se estrenaron con seriedad, con la parte sacra, suavemente. La voz solista de Silvia Osés se escuchó con solemnidad con el Aita Gurea, de Francisco Madina y la atención del público ascendió un poquito más con la siguiente interpretación del Ave María, de Biebl, a siete voces graves. El capítulo sacro se cerró con el Parce Domine, de Nowowiejski, envolviendo los arcos góticos de Santa María de la Asunción. Luego, la segunda parte, la llamada histórica, ambientó más el tono de la gala, sobre todo con la alegre escenificación de la obertura de El Barbero de Sevilla, en versión de King´s Singers. El camino musical estaba iniciado.
La parte alegre llegó con la festiva tercera parte, sobre todo con la interpretación de La Mer, de Trenet Lasry, cantada por los hombres del Aizaga, como homenaje a las Bodas de Plata el Otoño Musical de Los Templarios. Todo un detalle, antes de la británica penúltima parte.

Y llegó el momento del final feliz, con el episodio definitivo de las interpretaciones vascas y el homenaje que Los Templarios deseábamos ofrecer a tres personas, que siempre acuden a nuestra llamada desinteresadamente: a Carlos Goitia, nuestro muy famoso pintor particular, autor de muchos de los carteles de los otoños musicales; a José Luis Sáez, nuestro perpetuo director, que siempre se muestra dispuesto a conducirnos musicalmente; y, finalmente, a Lorenzo Portillo, nuestro mayor y más fiel fan, que a cualquier hora y día nos acompaña en los ensayos y conciertos.

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