miércoles, 25 de marzo de 2009

Obituario: Miguel Angel Padilla, un barítono imprescindible y silencioso


De repente, sin llamar la atención y en silencio; como a él le gustaba andar por la vida, sin meter demasiado ruido. Se nos ha ido Miguel Angel Padilla, un barítono experimentado y de voz curtida, pero imprescindible, en todos los sentidos, para el Coro de Voces Graves de Los Templarios. Miguel nos ha dejado mudos, con un nudo en la garganta, apenas sin poder articular notas musicales de despedida. A partir de ahora, sólo nos quedará su recuerdo y la esperanza de saber que desde el cielo del más allá nos seguirá animando a continuar con nuestros ensayos y conciertos.


La vida, a veces, nos produce este tipo de tristezas, que parecen insalvables, pero, al mismo tiempo, cuando el mundo se queda vacío y oscuro, la melancolía puede superarse evocando los momentos agradables, compartidos con un compañero entrañable. Porque Miguel era la cercanía personificada; era el hombre volcado con Los Templarios, práctico hasta la saciedad, organizador y perseguidor de cuantos eventos y viajes de conciertos fuera necesario. No escatimaba tiempo de dedicación a la agrupación coral, controlando y apuntando todo lo que era inexcusable.

Se nos ha ido Miguel con su socarrona y delicada sonrisa marcando su cara; porque la Agrupación Coral de Los Templarios le había proporcionado pocos días antes una simpática anécdota, que él gustaba rememorar en los últimos ensayos. Era un recuerdo muy sencillo que le producía orgullo y autoestima porque había sido el templario protagonista.

En esta época del año suele ser habitual llevar una memoria de actividades al Ayuntamiento de Castro para solicitar la acostumbrada subvención anual y nuestro barítono era el nexo de unión más usual del coro con el municipio castreño. Así, nuestro Miguel, con el documento preparado por nuestro secretario bajo el brazo, se fue hasta la secretaría del consistorio a entregarlo y recordarles, como era habitual en él, que lo habían recibido en plazo y tiempo. Luego, se entretuvo hablando de los proyectos, ensayos y conciertos, etcétera, etcétera, etcétera. Y se fue tan campante escaleras abajo, con la mente despejada por el deber cumplido. De pronto, cuando casi había traspasado la puerta de la calle del ayuntamiento, una voz resonó a sus espaldas...
-- Miguel, Miguel, suba un momento que el secretario quiere hablar con usted.
Y nos contó, que ascendió hasta el despacho del secretario con una tembladera de piernas tremenda, pensando... Ya la hemos cagao, seguro que algo está mal hecho, no nos darán la subvención... encontrándose, finalmente, frente al secretario del municipio.
-- Tengo que felicitarles, porque han presentado un documento de memoria de actividades excelente, dijo el funcionario.
-- Muchas gracias, respondió Miguel.
Y se fue escaleras abajo más contento que unas castañuelas.
Y, cuando lo contaba, se le descubría orgulloso y satisfecho por el trabajo bien hecho, pero, sobre todo, por pertenecer a Los Templarios de Castro Urdiales.

Muchas podrían ser las anécdotas, que a lo largo de más de diez años con Los Templarios, han tenido como protagonista a Miguel, un hombre práctico y dedicado en cuerpo y alma a la agrupación. Su esposa e hijas le echarán en falta y nosotros, Los Templarios, también. Tiempo habrá para rendirle, próximamente, un homenaje como se merece nuestro imprescindible y siempre dispuesto compañero de la cuerda de los barítonos. En su recuerdo, quede esta máxima del escritor argentino Ernesto Sábato:
La vida es tan corta y el oficio
de vivir tan dificil, que cuando
uno empieza a aprenderlo,
ya hay que morirse.


Hasta siempre, Miguel.

1 comentario:

Paula Guerrero Padilla dijo...

Conmigo siempre