La cita musical del pasado sábado era, como suele decirse en el argot artístico, un bolo, una actuación comprometida de antemano, que Los Templarios teníamos contratada y que cumpliríamos con sumo agrado. Se trataba de cantar en la parroquia de San Vicente de la Maza, una iglesia gótica del siglo XVI atribuida al maestro de cantería Juan de Rasines, del barrio de Rioseco, en la localidad cántabra de Guriezo, en la boda de Raúl y Laura, una pareja de Castro Urdiales que había decidido unir sus vidas ese día. Y todo resultó perfecto, con alegría y amenidad por parte de los novios y de todos los testigos e invitados presentes; ni siquiera faltaron las lágrimas de la madre y hermana de la novia. Todo un acontecimiento al que Los Templarios le pusimos un poco de música.
La iglesia de San Vicente de la Maza es una iglesia gótica de cruz latina de finales del siglo XVI presidida por un retablo situado detrás del altar construido en madera dorada y policromada, con representaciones de calles verticales con santos y horizontales con imágenes y símbolos de diferentes momentos de los Evangelios. Y, como suele ser habitual, cada construcción religiosa tiene su forma de traducir los sonidos de modo especial que, como en este caso, reverberaba y rebotaba en cada piedra de manera envolvente. No era una mala situación para nuestras interpretaciones.
La entrada de los novios no se realizó a los sones de la marcha nupcial de Mendelsson sino que la novia llegó hasta el altar con nuestra interpretación de Haec Dies, de Karl Maria Weber, un psalmellus del Día de Pascua compuesto en el siglo XVIII que se constituye en la exaltación de la gran fiesta, con la exhortación a la alegría, intercalando en su estructura las voces solistas del tenor primero Eduardo Perales y del tenor segundo José Landaberea. Todo un comienzo poco habitual para una boda, pero que resultó armónico, distinto y afectuoso.
Y en el momento de la ceremonia de esponsales propiamente dicha, a la hora del sí quiero, llegó el instante romántico cuando Los Templarios entonamos: Terminado el día / al anochecer / cuando el rumor del mundo está apagándose / sólo tu presencia / sólo tu mirar / este es el mágico momento de poder soñar / puedes sentir el amor / esta noche, corazón / un gran mundo nuevo con todo su color /doo, doo..... doo, doo..... / divisando el nuevo sol / y juntos caminar ....aaaaar....... La aterciopelada voz de Eduardo Perales interpretaba el solo de El Rey León, de Elton Jonh, un fragmento musical de la película de dibujos animados de Walt Disney, que puso un destello de tierno enamoramiento en la mirada complice de los novios.
Y, finalmente, como estaba previsto, De Roca en Roca, una habanera castreña del ilustre Nicolás Torre, compuesta en 1962, y Niña Hermosa, otra preciosa canción caribeña de José Ruiz Gasch, fue el obsequio final de Los Templarios a los novios e invitados a la ceremonia nupcial.
De vuelta a Castro, teníamos previsto realizar una parada en el Bar Alfredo, en el puerto de nuestra localidad de origen, intentando recuperar una tradición de promoción a nivel local de nuestra agrupación coral. Así, repetimos la canción De Roca en Roca y finalizamos la jornada Con Aire, Carretero, una composición popular montañesa del maestro Lucio Lázaro, que encierra evocaciones de carreteros que, antiguamente, recorrían los pueblos y aldeas. Nuestro tenor primero, Terín Salvarrey se lucio con su sólo de carretero.
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