viernes, 23 de mayo de 2008

Frío e íntimo Concierto de Primavera de la Fundación BBK en la montaña de Karrantza


La iglesia de San Miguel de Ahedo de Karrantza, que cautiva por su sonoridad, se convirtió en un marco agradable para el segundo Concierto de Primavera de la Fundación BBK del pasado sábado, aunque, si tuviéramos que definir en pocas palabras este recital, estaríamos obligados a utilizar los conceptos de frialdad e intimidad. Y la explicación es muy sencilla porque el templo escogido para la audición estaba en plena sierra, como no podía ser de otra manera pues Karrantza es uno de los valles más montañosos y extensos de la provincia de Bizkaia, con una población cercana a los tres mil habitantes que viven en caseríos diseminados por todo el valle, agrupados en 49 pequeños barrios; estos datos dan fe del resultado del concierto: íntimo porque oriundos del pueblo apenas había media docena de aficionados al canto coral y frío porque la temperatura no subía de los 6 grados centígrados. A pesar de todo, el esfuerzo por llevar la cultura musical hasta "el fin del mundo" siempre merece la pena.



La cita para este segundo recital de los Conciertos de Primavera de la BBK nos volvió a reunir a la Coral Pleamar de Portugalete y a la Coral Pozalagua de Karrantza, dirigidos por Alberto Carrera, además de Los Templarios de Castro Urdiales, conducidos por nuestra directora Izaskun Franco, que para la ocasión había previsto un recital de cuatro canciones de nuestro repertorio.

La gala comenzó, como estaba previsto, con Oles ezkonberriak, una alegre composición del clérigo oñatiarra Francisco Madina. con letra de un extracto de la obra Euskaldunak, de Nicolás Ormaechea “Orixe”, poeta vasco de gran renombre que canta la vida tradicional, los juegos y las diversiones del pueblo rural vasco. De alguna manera, el canto se convertía en un sencillo homenaje a los ganaderos karrantzanos, que nos escuchaban. Luego llegó Negra Sombra, de Xoan Montes Capón y letra de Rosalía de Castro, que sonó exquisita en la iglesia de San Miguel de Ahedo. La canción es realmente preciosa y en esta ocasión, a pesar del frío, nos salió bastante bien.

Lo mismo que Las Ruinas del monasterio, de Sthele, una canción que narra una preciosa historia de monjes, aterrados por una tormenta que destruye su convento y a los que sólo logra salvar su fe, mediante su virtuoso canto a la Virgen María y al más allá en un piadoso último esfuerzo para salvar sus vidas y su convento. La canción resultó perfecta para un lugar como el que estábamos, aunque con nuestros cánticos no tratásemos de salvar el convento; sino que procurábamos calentar el gélido ambiente. Y, al final nos surgió del corazón, Alma llanera, de Pablo Elías Coronado, un tipo de música y danza popular venezolana, denominado joropo, practicado, fundamentalmente, en el interior del país, que con su contagioso ritmo terminó por elevar la temperatura y el ambiente de la fría tarde karranzana.

Afortunadamente, como en la película, siempre nos quedará Ibarranguelua, el próximo, 31 de Mayo, con el tercer Concierto de Primavera de la BBK.

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