domingo, 27 de abril de 2008

Primavera en el Club de Jubilados: Un concierto íntimo para un público rendido y entrañable


El concierto anunciado en el Club de Jubilados de Castro Urdiales resultó muy entrañable, pues se trata de un público que nos quiere y nos sigue en cada audición, que celebramos en el pueblo, aunque, a decir verdad, para muchos coralistas de Los Templarios suele resultar difícil superar los nervios, porque cantar delante de tus vecinos puede convertirse en una pesada losa demasiado fatigosa de llevar. El repaso que efectuamos a nuestro repertorio resultó insuficiente para nuestro entregado auditorio, pues cuando finalizamos nos echaron en cara, con cariño y confianza, aquello de "qué poco ha durado, cantad alguna canción más, seguid un poco más". Estos dos pensamientos son los que me vienen a la cabeza al tratar de recordar mis principales conclusiones relacionadas con el Concierto de Primavera, que teníamos comprometido con la Federación Cántabra de Coros, con motivo de su 25º Aniversario.



Habitualmente, nuestro escenario castreño suele ser la Iglesia de Santa María de la Asunción, un templo gótico de principios del siglo XIII, construido con el patrocinio del rey Alfonso VIII, que mira al mar Cantábrico y dónde Los Templarios logramos una especial sonoridad en las ocasiones que logramos superar el gusanillo de los nervios. Esta vez, por necesidades del guión, cantamos en el salón de actos del Edificio Royal, del Club de Jubilados, un escenario reducido, íntimo y coqueto, donde resulta complicado lograr el empaste y la armonía de nuestras cuerdas. En total fueron ocho las interpretaciones que ofrecimos a nuestros seguidores tal y como estaba previsto en el programa, aunque, personalmente, me quedaría con Blancas como palomas, una habanera del alavés Luis de Aramburu, un prolífico compositor que dominaba todos los géneros musicales y que entroncó esta canción dentro de la música popular de Alava. Por si fuera poco, esta canción tiene como voz solista la privilegiada voz de nuestro barítono Daniel Helguera. Y, como segunda, canción quedará en el recuerdo Las Ruinas del Monasterio, de Sthele, una preciosa historia de aterrados monjes a los que una tormenta destruye su convento y sólo logran salvarse mediante su canto de fe a la Virgen María y al más allá. En mi opinión, el adagio de Salve Regina nos salió bastante bien, y parece que terminó emocionando a nuestro entregado público.

Tiempo habrá en el futuro de comentar otras interpretaciones de nuestro repertorio, pero para este concierto me quedo con estas dos canciones, que considero conmovieron a nuestros mayores del Club de Jubilados de Castro Urdiales. Probablemente, les agradaron todas las que escucharon: Salutación a la montaña, de José Lucio Mediavilla; De roca en Roca, de Nicolás Torre; Alma Llanera, de Pedro Elías Gutiérrez; A la Orillita del Río, de Alfonso Ruiz Martínez; Oles Ezkonberriak, de Francisco Madina o Negra Sombra, de Xoán Montes Capón, pero la verdad es que unas nos salieron mejor que otras.

Porque, como comentaba al comienzo de esta crónica, cuando actuamos en Castro Urdiales suele ser normal que los nervios hagan prenda de algunos coralistas de Los Templarios. Es lógico, ya que varios de mis compañeros son viejos conocidos de muchos de los mayores ante los que efectuamos el concierto. Y eso impone.

Además en esta ocasión es necesario añadir que en la última semana el grupo de Los Templarios estamos un poco mermados de voces pues los bruscos cambios de tiempo, que estamos sufriendo, y las afecciones de garganta nos han dejado "en cuadro". Pero, una vez cumplido este compromiso con acierto y dignidad tenemos que seguir con nuestros ensayos de cara a futuros conciertos ya que tenemos importantes proyectos, que tiempo habrá de ir comentando a lo largo de este año.

No hay comentarios: