sábado, 6 de septiembre de 2008

Santa María de Llovera de Otañes, dos conciertos de una sonoridad excelente para disfrutar de la música coral


La iglesia de Santa María de Llovera, en la pedanía castreña de Otañes, resultó de una sonoridad exquisita para disfrutar de la música coral en los dos conciertos que dimos esta semana como consecuencia de los compromisos que el Coro de Voces Graves Los Templarios de Castro Urdiales habíamos adquirido tiempo antes. El martes, 2 de septiembre, disfrutamos de un concierto como consecuencia de las fiestas de San Antolín y el sábado, 6 de septiembre, amenizamos la boda de la hija de nuestro compañero en la cuerda de los bajos Julián Sáez. La mencionada iglesia parroquial es una preciosa capilla del siglo XIII de sillería bien labrada, que, entre otras cosas, guarda en su interior reminiscencias del Camino de Santiago: como la hornacina de la imagen de la Virgen de Llovera, que da nombre a la iglesia, rematada por una venera, o el retablo izquierdo del lado del Evangelio con una imagen de Santiago Matamoros. Lo cierto es que esta parroquia contiene dentro si misma una armonía de sonidos realmente envidiable como hacía mucho tiempo no habíamos encontrado. Por eso, los dos conciertos nos dejaron un bondadoso eco en nuestra memoria.


Otañes es una de las aldeas del municipio Castro Urdiales, situado en un precioso y verde valle flanqueado por dos antiguos ferrocarriles mineros que llevaban la pirita de hierro desde tiempo inmemorial hasta la cercana costa cantábrica. Estas fiestas de San Antolín son famosas por estos lares y la Junta de la Pedanía de Otañes nos invitó a dar un concierto dentro del programa de festejos, que fue acogido con sumo agrado por el público de la localidad. Y también por nosotros porque siempre es agradable cantar en un lugar como la iglesia de Santa María de Llovera donde puedes oír a tus compañeros y acoplar la voz de una manera mas correcta al conjunto de las cuerdas, que componen el coro. Personalmente, disfruté de cada una de las composiciones que nuestra directora Izaskun Franco había decidido interpretar en esta ocasión.

Oles Ezkonberriak, de Francisco Madina y Nicolás Ormaechea Orixe, fue la primera canción que entonamos y luego seguimos con Negra Sombra, de Xoán Montes Capón y Rosalía de Castro, para confirmarnos con Niña Hermosa, de Ruiz Gasch, que estábamos en el camino de la sonoridad y la armonía. Las Ruinas del Monasterio, de Sthele, La Jotuca Montañesa, de Juan Guerrero Urreisti, Salutación a la montaña, de José Lucio Mediavilla, y El Rey León, de Elton Jonh, canción a canción, fueron elevando y calentando el ambiente de la iglesia, que nos dio pie para cerrar el concierto con dos canciones muy nuestras como De Roca en Roca, de Nicolás Torre, y Con Aire, de Lucio Lázaro, con la voz de nuestro tenor primero Terín Salvarrey emocionando al público asistente.

Y cuatro días después nos quedaba el segundo compromiso: La boda de Itziar, hija de nuestro compañero de la cuerda de los bajos Julián Sáez, que contraía matrimonio con Federico. Como suele ser habitual en estos acontecimientos religiosos, fuimos acompañando la ceremonia religiosa con el Haec Dies, Karl Maria Weber, el Aleluia, O Salutaris, de Lorenzo Perosi, y Cuando de flores cercada te vi.

Finalizamos dedicando a los novios un recordatorio del amor que se prometían en ese día, por medio de dos canciones: Niña Hermosa, que habla de la fidelidad y cariño que se deben las parejas y El Rey León, un canto al amor diáfano y puro, que se profesan los novios.

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