domingo, 10 de febrero de 2008

Miscelánea histórica: Cerredo y Cotolino, dos ochotes surgidos de la cantera de la Coral castreña


Durante la primera parte de la década de los años treinta, antes de la Guerra Civil, el Ochote Castro Urdiales paseó el nombre de la localidad cántabra por diferentes lugares del Cantábrico cosechando grandes éxitos, aunque todavía estaba por llegar su auténtica consolidación. Lo cierto fue, que la Sociedad Coral de Castro Urdiales se convirtió en una auténtica cantera de vocalistas para ochotes y, como muestra, el Certamen Coral Vasco-Cantábrico, que se celebró en Eibar, el 21 de Junio de 1936. Cuentan las crónicas de entonces que los castreños tenían tal variedad y calidad de voces en su masa coral que dividieron su participación en el concurso eibarrés, presentando dos agrupaciones diferentes, utilizando la denominación de dos de sus montañas más cercanas: Cerredo (en la composición fotográfica con el ochote que cantó en Eibar) y Cotolino.



Así, al mencionado concurso de la localidad armera se presentaron ocho agrupaciones diferentes. Fueron los vizcainos: Abesbatza y Danok Bat, de Portugalete y el Astarloa, de Durango; los guipuzcoanos Zortzi Lagunak, de Bergara, Gaztelupe, de Donostia - San Sebastián y el Ardatz Bide, de Deba; y los castreños Cerredo y Cotolino. Pero, finalmente, el mismo día del concurso, a la hora de subir a la palestra del Frontón Astelena, un par de ochotes decidieron retirarse: el Abesbatza y el Ardatz Bide, dejando en seis la competición musical. Echi di pace, del sacerdote compositor italiano de música sacra Raffaele Casimiri, fue la pieza obligada para cada ochote por la organización eibarresa.

Los dos ochotes castreños mezclaron algunos vocalistas clásicos con compañeros de la Sociedad Coral Castro Urdiales, pensando que el Cerredo era mejor y estaba más empastado que el Cotolino, pero en la realidad del directo de una competición vocal suelen influir demasiadas circunstancias, que modifican la percepción y creencia de lo considerado excelente o mejor. En la clasificación final el Cotolino quedó por delante del Cerredo, porque, aunque parezca mentira, el acople y sonoridad de las cuerdas vocales del Cotolino terminó sonando mejor que su homónimo castreño, el Cerredo. No he conseguido documentar con exactitud las formaciones que presentaron los castreños, salvo la del Cerredo del que sí hay una constancia de su composición vocalista.

Luis Morondo, músico navarro vinculado a Cantabria a través de su amistad con el compositor castreño Arturo Dúo Vital, fue el encargado de dirigir el Ochote Cerredo, que cantó con los tenores primeros Iñaqui Olabarria y Miguel Fernández; los tenores segundos Paco San Antonio y Germán Erquicia; los barítonos Eloy Zamanillo y Julio Martínez Gallastegui "Delfín"; y los bajos Aníbal Sueiro y Ranero. Interpretaron maravillosamente la "obligada" siendo la canción de libre elección Adagio, de Ludwig Van Beethoven. Por su parte, el Cotolino, dirigido por Remigio Fernández, escogió el Ave María, de Tomás Luis de Victoria, un compositor del Medievo considerado el más grande polifonista español de todos los tiempos.

El triunfo del certamen eibarrés correspondió, prácticamente por aclamación, al Ochote Danok Bat de Portugalete, que entusiasmó al público con una interpretación sublime del Mendiko negarra, de Retana. El triunfo fue decidido por aclamación y sólo quedaba conocer el fallo del jurado en los puestos restantes. El segundo clasificado resultó el Zortzi Lagunak, que cantó O sacrian convivium, obra clásica de polifonía religiosa, y tercero fue el Cotolino; cuarto, el Astarloa, de Durango, que interpretó En el bosque, de Rucked; Quinto el Cerredo y, por último, el Gaztelupe, que compitió con el Goizeko Izarra, de Santesteban. 


No hay comentarios: